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La Epidemiología y sus Tipos de Estudio

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Continuamente, los profesionales de la salud se ven en la necesidad de tomar decisiones clínicas relacionadas con la salud de su práctica. Estas decisiones deben tener en cuenta prioridades y recursos, sin olvidar, al mismo tiempo, las necesidades y preferencias de los pacientes. Para ello es necesario disponer de la mejor información referente al problema sobre el que se está tomando la decisión.

De manera clásica, la toma de decisiones se basaba en la información obtenida de expertos en el tema o bien en las actitudes sancionadas por la tradición o la autoridad de otros colegas con más experiencia y  en teoría, más conocimientos. Sin embargo, actualmente esta situación está cambiando, de tal forma que la práctica clínica se basa cada vez más en la obtención de pruebas científicas explícitas y contrastables que provengan de una investigación rigurosa basada en las prácticas dictadas por el método científico.

Según esto, toda investigación debe ser un proceso sistemático, organizado y objetivo con el que se pretende obtener la información necesaria para rellenar una laguna de conocimiento. Para que el proceso sea sistemático debe utilizarse el método científico: tras identificar un problema se procede a la revisión de los conocimientos existentes para formular una hipótesis u objetivo de trabajo. Esto permitirá la elección del diseño de estudio más adecuado que, una vez realizado, proporcionará los resultados que deben analizarse e interpretarse para obtener nuevos conocimientos con los que se pueda tratar de solucionar el problema.

Existen diversos tipos de estudios epidemiológicos, que pueden clasificarse según criterios variados. Entre los diseños de estudio más empleados están los estudios transversales que son estudios observacionales y descriptivos que carecen de direccionalidad (son simultáneos).  Buscan, durante periodos cortos de tiempo, la ausencia o presencia de factores de exposición y de enfermedad, por lo que son, fundamentalmente, estudios de prevalencia (casos presentes en un momento dado en la población). Son estudios útiles para la planificación sanitaria, ya que informan de la distribución de enfermedades y de factores de riesgo, por lo que ayudan a formular hipótesis etiológicas que luego deberán ser comprobadas con otros tipos de estudios.

Otro tipo son los estudios de cohortes que son de tipo observacional, analíticos, habitualmente anterógrados y de temporalidad concurrente o mixta, en los que el muestreo se relaciona con la exposición. En ellos, un grupo o cohorte sometida a un factor de exposición es seguida a lo largo del tiempo para comparar la frecuencia de aparición del efecto respecto a otra cohorte no expuesta, que actúa como control. Sus principales ventajas son que permiten registrar la incidencia del efecto y que tienen menor posibilidad de sesgos en la medición de la exposición que otros estudios observacionales.

También existe los estudios de casos y controles, de direccionalidad retrógrada y temporalidad mixta, en los que el muestreo se hace en relación con la enfermedad o efecto observado. En este tipo de estudios se parte de dos grupos de población, uno de los cuales presenta el efecto o enfermedad, y se compara su exposición a un factor determinado respecto al grupo que actúa como control (el segundo grupo).

Por último está los ensayos clínicos, que son estudios de intervención, analíticos, anterógrados, de temporalidad concurrente y de muestreo de una cohorte cerrada con control de la exposición. Este tipo de estudios permite la exposición controlada al factor para minimizar el riesgo de sesgos de otros estudios, además de obtener información más fiable sobre la relación causal entre exposición y efecto. Son los estudios que proporcionan una mayor seguridad sobre inferencia causal y los que tienen una mayor validez externa, además del menor riesgo de sesgos por la selección aleatoria de los grupos de intervención y control.